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Proteger a nuestros hijos


Hace unas semanas tuvimos el placer de compartir una charla con Víctor Panicello, escritor del libro "Piedra, papel o tijera", una obra que narra una historia sobre acoso escolar en la que han participado más de 24 personas y que cuenta con la colaboración de la Fundación FITA.


Con motivo del Día Internacional Contra el Acoso Escolar, celebrado el 2 de mayo, ha querido dejarnos estas palabras que creemos que podrán resultar de gran ayuda a los cuidkers que estén pasando o hayan pasado por una situación similar con sus hijos o ellos mismos.

 

Pocas cosas son tan fuertes como el instinto de protección que los padres sentimos hacia nuestros hijos. Hasta tal punto es algo que llevamos grabado en nuestra genética que debemos hacer esfuerzos para entender que no es posible protegerlos de todo lo malo que les puede pasar en la vida.


Una de esas cosas que nos hacen sentir impotentes es que sean víctimas de acoso escolar.


Trabajando con chicos y chicas que lo sufrieron en algún momento de su niñez o adolescencia, descubrí a través de sus testimonios que, en la mayoría de las ocasiones, sus familias eran las últimas en saberlo.


En general, cuando los padres son conscientes de la situación, se genera un enorme sentimiento de culpa por no haber sabido cumplir con esa sagrada misión de protección parental. Esa es una emoción devastadora que provoca normalmente dos tipos de reacciones: por un lado, algunos deciden cargar toda su frustración contra el centro escolar, entendiendo que no han cumplido con su papel de resguardar también a sus hijos; de otro lado, la carga se dirige contra el acosador para tratar de que, de alguna manera, pague por el dolor que ha causado.


No digo que no haya que reaccionar, ya sea exigiendo una mayor proactividad y vigilancia al sistema educativo o más control y represión contra quienes ejercen ese poder físico o psicológico que tanto daño puede provocar en sus víctimas.


Todo eso es importante, sin duda, pero no debe esconder que la protección de nuestros hijos no pasa siempre por exigir cosas a los demás, sino por entender que es nuestra obligación como cuidadores prepararlos para saber afrontar los problemas a los que deberán enfrentarse en el futuro, cuando no podamos ejercer esa vigilancia continua con que los amparamos en los primeros años de su vida.


Eso pasa por ayudarles a desarrollar su personalidad sin coacciones ni reproches, por conocer y aceptar de verdad cómo son y no cómo creemos o nos gustaría que fuesen y por enseñarles a defender sus puntos de vista con educación, pero con firmeza. Estas son algunas de las herramientas de que podemos dotarlos para cuando lleguen los malos momentos… que llegarán.


El acoso no tiene solo una cara y no es fácil saber cómo afrontarlo, pero ayudar a nuestros hijos a defenderse es el primer paso para que puedan enfrentarlo si se presenta. Debemos hablar con ellos de ese problema y explicarles claramente que cualquiera puede ser una víctima (y también un acosador). Reconocer la realidad es siempre la mejor manera de prepararse para afrontar las dificultades. Es nuestra obligación proporcionarles la información que necesitan para saber qué deben hacer si eso llega a pasarles: con quien deben hablar, cómo deben reaccionar, cual es la mejor vía para poder salir de ese agujero profundo que les amenaza.


La sobreprotección con que a menudo tratamos a nuestros hijos es una mala estrategia para que ellos se valoren como seres independientes y asuman la responsabilidad de enfrentarse a aquellos que les hagan daño. Sentir culpa cuando algo así ocurre es tan inevitable como inútil y solo provoca nuevos círculos de dolor propio y de las víctimas que esperan de nosotros ayuda y no meternos en guerras que de poco les sirven.


Nos toca reinterpretar el concepto de protección en un mundo donde hay muchos caminos que nos son desconocidos y que funciona con dinámicas a los que no deberíamos ser tan ajenos. Un claro ejemplo es el poco conocimiento que acostumbramos a tener de lo que ocurre en las redes sociales y en el entorno virtual en general. Explicar a nuestros hijos como deben cruzar la calle sin peligro y no hacer lo mismo en el mundo virtual es abrir la puerta a que nos enteremos de lo que pasa cuando ya es demasiado tarde.


Así pues, cultivemos abiertamente la fuerza, la personalidad y el criterio en nuestros hijos como mejor forma de protegerlos contra todo aquello a lo que, en un momento u otro, deberán enfrentarse ellos solos.


Nada nos prepara contra su dolor, pero ignorar que eso sucederá es la peor manera de cumplir con ese instinto de proteger a los que amamos y cuidamos.

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